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No, realmente necesito estar sola, Reeves. El día de hoy ha desenterrado
algunos malos recuerdos, viejos fantasmas que creía muertos.
Lo siento, Olivia. Siento que hayas tenido que pasar ese mal trago hoy. Y
aunque hayan pasado años, siento lo que tuviste que pasar cuando Doreen sacó a
relucir todas aquellas cosas de tu familia.
La nota de culpabilidad de su voz le resultó extraña a Olivia.
Es algo que ya superé.
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Carole Halston El orgullo del sur
Caminaron hasta su coche. Ella sacó las llaves y lo abrió.
¿Supiste lo de Doreen con antelación?
Reeves asintió.
Desde unos meses antes.
La nota de culpabilidad había aparecido de nuevo en su voz, mezclada con un
tono de disculpa.
Ella dirigió la mirada hacia la antigua vivienda del servicio.
¿Y supongo que ni se te pasó por la cabeza avisarme?
Reeves suspiró.
De hecho, ya lo sabía el día que me encontré contigo en el campus de la
universidad. Doreen me había pedido que mantuviera la información confidencial.
Lo sabías aquel día y no me dijiste ni una palabra. No me avisaste de que el
apellido y la reputación de mi abuelo iban a ser arrastrados por el fango por los
medios de comunicación locales Olivia lo miró acusadoramente, sacudiendo
lentamente la cabeza.
Sentía compasión por ti, Olivia. Pero date cuenta de la situación en la que
estaba dijo Reeves, suplicante . Doreen me había hecho jurar que mantendría el
secreto.
Contármelo a mí no habría significado precisamente filtrar la historia. Desde
luego, yo no tenía contacto ninguno con la prensa, aparte de los redactores de
columnas de sociedad.
Tenía que haberte dicho algo reconoció él . Pero no lo hice. Aquel día
acababa de recibir la noticia de que había pasado el examen que me permitiría
ejercer. Y además, por si no te acuerdas, me despediste con viento fresco. Todas esas
cosas no son excusa, soy consciente de ello. ¿Puedes perdonarme?
No soy tan generosa, Reeves. Aunque pudiera perdonarte, no lograría
olvidar. Antes de que nos hagamos más revelaciones, despidámonos, por favor le
rogó amargamente, metiéndose en su coche.
Con manos temblorosas, consiguió abrocharse el cinturón de seguridad.
Él se inclinó.
Por favor, Olivia. No te marches así. Estás demasiado disgustada para
conducir.
Estoy demasiado disgustada para quedarme dijo, metiendo la llave en el
contacto . Una vez me meta en la interestatal, me sentiré mejor. No te preocupes,
Reeves. Cuídate.
Reeves se enderezó, cerró la puerta del coche y retrocedió un paso. Con la
visión borrosa por las lágrimas, Olivia miró por el retrovisor mientras salía a la calle
y lo vio de pie en el mismo sitio, contemplándola partir. Parecía una causa más para
el pesar el que su última imagen de él estuviera distorsionada.
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El apartamento estaba mortalmente silencioso. Judy había salido a visitar a su
familia. Olivia se apoyó en la puerta, temiendo la soledad. No había nada que
pudiera protegerla de los recuerdos. Nada que le impidiera hurgar entre sus álbumes
de fotos y recortes de periódicos.
La dolorosa nostalgia de todos aquellos viejos recuerdos tendría un filo más
cortante aún debido a Reeves y a lo que había ocurrido aquella tarde.
Cuando el teléfono sonó horas más tarde, ya era de noche, y Olivia estaba
agotada por los rigores emocionales de la reminiscencia en solitario, y con el rostro
congestionado por las muchas lágrimas derramadas. Sentada en la cama, tenía en el
regazo un álbum abierto por una página donde había un retrato de estudio de su
abuelo.
Alargó la mano hacia el teléfono, esperando que fuera Judy, quien no había
venido aún. Frecuentemente, su compañera de piso se quedaba a pasar la noche en
Ponchatoula cuando iba de visitas los domingos.
Hola dijo con voz ronca.
Hola. Tenía que llamar para asegurarme de que estabas bien.
Era la voz preocupada y grave de Reeves, no la de Judy. Contra toda lógica y
sensatez, ella sintió alivio.
Estoy bien le aseguró.
¿Está Judy contigo?
No, ha ido a visitar a su familia a Ponchatoula. Cuando ha sonado el teléfono,
creía que era ella.
Olivia debía reprenderlo por haberla llamado. Debía cortar en seco. Pero no
sentía ninguna motivación para hacerlo.
Has estado llorando rezongó él.
Ella se aclaró la garganta.
Sí, pero me ha venido muy bien.
Nunca soporté verte llorar.
Sus palabras trajeron a su recuerdo una vivida escena de su niñez, cuando ella
se había caído al suelo y él la había recogido y la había abrazado y consolado.
¿Qué estás haciendo? le preguntó él, y su tono a la vez áspero y tierno le
recordó a Olivia el de aquel muchacho.
Estoy sentada en la cama, donde llevo desde hace horas, mirando álbumes de
fotos y recortes. He encontrado algunas fotos tuyas y de Doreen y de& tus padres
había estado a punto de llamarlos Charles y Esther . Mientras estaba mirando una
foto familiar de vosotros cuatro, se me ha pasado algo por la cabeza. Seguro que os
ofendía a ti y a Doreen que llamase a vuestros padres por el nombre.
Sí confesó él . Me sorprende que hayas guardado fotos de Doreen y mías,
que no las hayas cortado en pedacitos.
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Estos álbumes son el grueso de mi herencia replicó él . ¿Estás en casa?
No, en el despacho. He tratado de trabajar algo, pero sin éxito. No puedo
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