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una jarrita de leche de la mesa y me escap� a la habitación donde -corroborando la opinión de
Una sobre el componente ostentoso de la fiesta- ya hab�an desenvuelto y expuesto los regalos.
Me costó un poco localizar el quemador de aceite de terracota porque lo hab�an colocado al
fondo, pero cuando lo encontr�, ech� un poco de leche en la cucharita, la inclin� y la sostuve
en el borde del agujero donde pones la vela. No me lo pod�a creer. El Quemador de Esencias
de Aceite estaba absorbiendo leche. Se pod�a ver la leche desaparecer de la cucharita.
-Oh Dios m�o, es un milagro -exclam�.
�Cómo demonios pod�a yo saber que justo en aquel momento Mark Darcy pasaba por delante
de la puerta?
-�Qu� est�s haciendo? -me dijo, de pie en la entrada.
No sab�a qu� decir. Obviamente �l pensaba que yo estaba intentando robar los regalos.
-�Mmm? -me dijo.
-El Quemador de Aceites Esenciales que compr� para tu madre est� absorbiendo leche 
mascull� indignada.
-Oh, no seas ridicula -dijo, riendo.
-Est� absorbiendo leche -reiter�-. Mira.
Puse un poco m�s de leche en la cucharita, la inclin� y, claro est�, el quemador de aceite
empezó a absorberla.
-Ves -dije orgullosa-. Es un milagro.
�l estaba bastante impresionado, de eso no hay duda.
-Tienes razón -dijo en voz baja-. Es un milagro.
Justo entonces apareció Natasha en la puerta.
-Oh, hola -dijo al verme-. Hoy no llevas tu traje de conejita -y entonces lanzó una risita para
enmascarar su malvado comentario como broma divertida.
-En realidad, nosotras las conejitas lo llevamos en invierno para no pasar fr�o -contest�.
-�John Rocha? -dijo, mirando el vestido de Jude-. ��ltimo oto�o? Reconozco el corte.
Me detuve para pensar algo muy ingenioso e hiriente, pero desafortunadamente no se me
ocurrió nada. As� que despu�s de una est�pida pausa dije:
-Bueno, estoy segura de que est�s deseando circular. Encantada de volver a verte. �Adióóós!
Decid� que necesitaba ir al exterior para respirar un poco de aire fresco y fumar un cigarrillo.
Era una noche espl�ndida, c�lida y estrellada, con la luna iluminando todos los rododendros.
Personalmente, nunca me han gustado los rododendros. Me recuerdan las casas de campo
victorianas del norte de D. H. Lawrence donde la gente muere ahogada en los lagos. Baj� al
jard�n. Estaban tocando valses vieneses con un estilo fin de milenio bastante elegante.
Entonces, de repente, o� un ruido encima de mi cabeza. Se ve�a la silueta de una figura contra
las ventanas de estilo franc�s. Era un adolescente rubio y atractivo en plan alumno de escuela
privada.
-Hola -dijo el joven. Vacilante, encendió un cigarrillo con dificultad y se me quedó mirando
mientras bajaba las escaleras-. �Te apetecer�a bailar? Oh. Ah. Perdón -dijo, alargando la mano
como si estuvi�semos en el d�a de puertas abiertas de Eton, �l fuese el antiguo ministro del
Interior y hubiese olvidado sus modales Simón Dalrymple.
-Bridget Jones -dije, alargando la mano con fr�a formalidad, sinti�ndome como si fuese un
miembro de un gabinete de guerra.
-Hola. S�. Encantado de conocerte. �Quieres que bailemos entonces? -dijo, convirti�ndose de
nuevo en alumno de escuela privada.
-Bueno, no lo s�, no estoy segura -dije, convirti�ndome en una fulana ebria y riendo
involuntariamente de forma escandalosa, como lo har�a una prostituta en un mesón de Yates.
-Quiero decir aqu� fuera. Sólo un momento.
Dud�. A decir verdad, me sent�a halagada. Aquello y haber llevado a cabo un milagro delante
de Mark Darcy se me estaba empezando a subir a la cabeza.
-Por favor -insistió Simón-. Nunca antes he bailado con una mujer mayor. Oh, Dios, lo siento,
no quer�a decir... -dijo al verme la cara-. Quiero decir, con alguien que ya no es estudiante
-dijo, agarr�ndome la mano con pasión-. �Te importar�a? Te estar�a tremendamente
agradecido.
Era obvio que a Simón Dalrymple le hab�an ense�ado bailes de salón desde que nació, y fue
bastante agradable ser llevada de un lado al otro, pero el problema fue que �l parec�a tener,
bueno, hablando en plata, ten�a la erección m�s enorme con la que he tenido la buena suerte
de encontrarme; y al bailar tan pegados, no era el tipo de cosa que uno podr�a confundir con
un plumier.
-Tomo el relevo, Simón -dijo una voz.
Era Mark Darcy.
-Venga. Vuelve adentro. Ya deber�as estar en la cama.
Simón pareció completamente abatido. Se puso colorado y corrió hacia la fiesta.
-�Puedo? -dijo Mark, alargando la mano.
-No -dije furiosa.
-�Qu� pasa?
-Um -dije, en busca de una excusa por estar tan enfadada-. Ha sido horrible para el chico,
conminarle y humillarle as� cuando est� en una edad tan sensible -entonces, al ver su
expresión de desconcierto, segu� hablando-. Aunque de verdad aprecio que me hayas invitado
a tu fiesta. Maravillosa. Muchas gracias. Una fiesta fant�stica.
-S�, creo que ya lo hab�as dicho -dijo, parpadeando con rapidez.
La verdad, parec�a bastante nervioso y dolido.
-Yo... -se detuvo y empezó a dar vueltas por el patio, suspirando y pas�ndose la mano por el
pelo-. �Cómo es el...? �Has le�do alg�n buen libro �ltimamente?
Incre�ble.
-Mark -le dije-. Si me vuelves a preguntar si he le�do alg�n buen libro �ltimamente me
arrancar� la cabeza y me la comer�. �Por qu� no me preguntas alguna otra cosa? Cambia un
poco para variar. Preg�ntame si tengo alg�n hobby, o mi punto de vista acerca de la moneda
�nica europea, o si he tenido alguna experiencia especialmente perturbadora con alg�n
artilugio de goma.
-Yo... -volvió a empezar.
-O, si me tuviese que acostar con Douglas Hurd, Michael Howard o Jim Davidson a cu�l
elegir�a. En realidad, no hay color, a Douglas Hurd.
-�Douglas Hurd? -dijo Mark.
-Mmm. S�. Tan deliciosamente estricto, pero justo.
-Hummm -dijo Mark pensativamente-. T� dices eso, pero Michael Howard tiene una mujer
realmente atractiva e inteligente. Debe de tener alg�n tipo de encanto oculto.
-�Cómo cu�l? -dije de manera infantil, esperando que �l dir�a algo referente al sexo.
-Bueno...
-Quiz� tenga un buen polvo, supongo -dije.
-O es un manitas de primera.
-O un calificado aromaterapista.
-�Te gustar�a cenar conmigo, Bridget? -dijo de repente y de forma bastante enojada, como si
fuese a hacerme sentar y a rega�arme.
Me detuve y le mir�.
-�Te ha incitado a hacerlo mi madre? -dije con recelo.
-No... yo...
-�Una Alconbury?
-No, no...
De repente entend� qu� estaba pasando.
-Es tu madre, �verdad?
-Bueno, mi madre ha...
-No quiero que me pidas que vaya a cenar contigo sólo porque tu madre quiere que lo hagas.
Y adem�s, �de qu� hablar�amos? T� sólo me preguntar�as si he le�do alg�n buen libro
�ltimamente y entonces yo tendr�a que inventar alguna pat�tica mentira y...
Me miró consternado.
-Pero Una Alconbury me dijo que eras algo as� como una fiera en literatura, absolutamente
obsesionada por los libros.
-�Te dijo eso? -dije, de repente bastante contenta con la idea-, �Qu� m�s te dijo?
-Bueno, que eres una feminista radical y que llevas una vida incre�blemente glamurosa.
-Oooh -ronrone�.
-... Con millones de hombres que salen contigo.
-S�, s�.
-He o�do lo de Daniel. Lo siento.
-Supongo que intentaste advertirme  murmur� malhumorada-. De todos modos, �qu� tienes
contra �l?
-Se acostó con mi mujer -dijo-. Dos semanas despu�s de que nos cas�ramos.
Le mir� horrorizada cuando una voz desde arriba gritó: ��Markee!�. Era Natasha, cuya silueta
se ve�a gracias a las luces, mirando hacia abajo para ver qu� pasaba.
-�Markee! -volvió a gritar-. �Qu� est�s haciendo ah� abajo?
-Las �ltimas navidades -prosiguió Mark deprisa- pens� que si mi madre dec�a las palabras [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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